El cine no es sólo una entrada a la visualización de mundos posibles sino también al pensamiento divergente y a la óptica del otro, es el enlace más propositivo –sin que sea una propuesta de orden consciente y explicito- al poder percibir mundos existentes posibles de otros sujetos epistémicos, es la reconciliación inmediata con la alteridad, la unificación de estar y no estar, de la posibilidad siempre seduciéndonos más que la realidad, de la imagen que no sólo vale más que mil palabras, sino de la imagen que vale aún más porque está (puede estar) acompañada de logos, pathos y arte. El cine es el planteamiento de la posibilidad de mundos con todas sus implicaciones, así como de simplemente vidas posibles, donde el sujeto se puede sumergir/cautivar/entrometerse tanto como la posibilidad sea compatible con sus pasiones, hábitos o deseos; el cine es como un permanente dialogo con el mundo sin siquiera moverse, es la ventana preferida de la casa, el balcón de un apartamento con vista al mar, el escenario de una realidad física no existente –del todo- sino en la cooperación de la imagen-sonido con la mente y las pasiones humanas. El cine es el lenguaje de los mundos posibles haciendo uso de las lógicas posibles y de las pasiones posibles, es el mundo de la posibilidad al alcance de –casi- todos.